La crisis del agua de Flint comenzó hace cinco años y aún no ha terminado.
por Marlene Büeler
Se están sustituyendo las tuberías y la administración dice que el agua es segura, pero los habitantes aún están preocupados, beben agua embotellada y dudan de sus representantes electos.
El 25 de abril de 2014, un grupo de sonrientes funcionarios de Flint (Michigan) comparecía ante las cámaras de televisión, levantaba sus vasos y brindaba por el cambio a la nueva fuente de agua de la ciudad, el río Flint.
«¡Por Flint!». Dayne Walling, el alcalde, mostraba así su entusiasmo bebiendo un trago de agua del río.
La crisis del agua de Flint empezó a gestarse aquel día. Muy pronto, los habitantes de Flint empezaron a quejarse ante sus representantes electos de que el agua no estaba bien, de que olía fatal, tenía un regusto metálico y les provocaba erupciones cutáneas. Se presentaron ante ellos delante del ayuntamiento, levantando botellas llenas de agua marrón salida de sus grifos, para recibir como única respuesta que el agua estaba bien, una y otra vez.
Sin embargo, el agua no estaba bien. El ayuntamiento de Flint no había incorporado los controles de corrosión necesarios al agua del río. El plomo de las viejas tuberías de la ciudad se filtraba al agua y estaba provocando que muchas personas tuvieran unos niveles alarmantes de plomo en la sangre. La indignación suscitada logró que cambiasen los gobernantes de la ciudad, que se interpusiese una denuncia contra los responsables estatales y municipales y que se iniciasen las labores de un año de duración para sustituir las peligrosas tuberías de plomo.
No obstante, en Flint todavía no han pasado página respecto a la crisis del agua.
«Se trata de una ciudad que aún está asimilando el trauma y las consecuencias de haber sido envenenada por su propio ayuntamiento», explicó esta semana en una entrevista Karen Weaver, que ha sustituido al Sr. Walling como alcaldesa en gran medida debido a la cólera ciudadana por la crisis del agua. La Sra. Weaver continúa diciendo a la población que solo beba agua embotellada o filtrada.
El jueves, eclesiásticos y activistas se congregaron frente a la planta de tratamiento de aguas de la ciudad para reclamar ayuda. Algunos llevaban camisetas con el mensaje de que Flint no se había recuperado. Media década después de la crisis del agua, esto es lo que ha cambiado en la ciudad y lo que no.
La atención se ha disipado, pero no en Flint
Hace cinco años, Melissa Mays, una promotora de conciertos de Flint, bebía agua del grifo y no le preocupaban lo más mínimo el plomo o la legionela, pero, cuando el agua se volvió asquerosa, la Sra. Mays alzó la voz. Pasó a organizar manifestaciones, presentar denuncias y se convirtió en uno de los rostros más visibles de los problemas de la ciudad.
Hoy en día solo bebe agua embotellada. Sus duchas son breves. No se fía nada de lo que le dice el Gobierno. «Es una pesadilla detrás de otra», declaró la Sra. Mays esta semana.
Ha ido reduciendo el tiempo que le dedica a su trabajo en la música y ahora se dedica a ayudar a la gente a encontrar servicios sociales. Todo esto le ha pasado factura. «Antes era mucho más alegre y optimista —explicó—, pero ahora me paso el día cabreada».
Por un tiempo, hace unos años, a la Sra. Mays le pareció que la atención que estaba recibiendo Flint a nivel nacional por la crisis del agua le iba a servir para superarla, pero, según ella, no se ha hecho lo suficiente. La atención se ha disipado. La fe ha decaído.
«Hemos vuelto otra vez al principio, a gritar para que se nos escuche —afirma la Sra. Mays—. Y parece que a nadie le importa».
Confianza ninguna
Tal y como informa la administración de Michigan, el agua de Flint ahora cumple los requisitos federales. Han descendido los niveles de plomo y cobre. El Gobierno estatal afirma que el agua de Flint sigue presentando resultados iguales o mejores que ciudades parecidas del resto del estado y de todo el país.
Sin embargo, la población se muestra recelosa. Al fin y al cabo, en 2014 y 2015 los funcionarios también insistían en que el agua era segura y ninguneaban la preocupación de los residentes. Sigue habiendo una gran demanda de agua embotellada y hay muchas suspicacias por las tuberías de plomo de la ciudad, por su deteriorada infraestructura hídrica y casi por cualquier cosa.
«No nos fiamos —resume la alcaldesa Weaver—. Se ha perdido la confianza en todos los niveles del Gobierno».
Al asumir el cargo, la Sra. Weaver se comprometió a sustituir todas las tuberías de plomo y acero galvanizado de la ciudad y ha logrado ciertos avances. Hasta ahora se han sustituido más de 8000 conducciones y se han examinado varios miles más que han resultado no estar hechas de plomo. Espera que el resto (al menos 7000 más) estén listas este verano.
No obstante, conforme avanzaban los trabajos con las tuberías, la administración intentó desenganchar a la población del agua embotellada gratuita que distribuían las tropas de la Guardia Nacional en el apogeo de la crisis.
El estado canceló sus servicios de distribución de agua embotellada el año pasado. Se siguen repartiendo botellas donadas por Nestlé, pero solo en algunos puntos y en determinados días, y sin visos de que el servicio vaya a continuar pasado agosto.
Los problemas vienen de lejos
Los males de Flint no empezaron con el agua. A mediados del siglo XX, Flint era una ciudad pequeña y próspera, un centro manufacturero en el que abundaban los trabajos estables de clase media en General Motors. Cuando el sector de la automoción se tambaleó, lo mismo le ocurrió a Flint.
Cuando miles de puestos en las fábricas se esfumaron de Flint, también lo hicieron muchos de sus habitantes, y barrios enteros de la ciudad siguen marcados por el infortunio y las casas abandonadas, a menudo vandalizadas y okupadas. La ciudad sigue desangrándose: en 2017, la población de Flint se desplomó hasta los 96 448 habitantes, después de haber sido el doble de grande en 1960.
«El agua era solo un síntoma de los problemas mucho mayores que afectan a esta histórica ciudad, que tiene la impresión de que siempre la dejan de lado», declaró Dan Kildee, congresista demócrata por Michigan, cuya circunscripción incluye Flint.
A pesar de que la ciudad se ha mantenido gracias a sus universidades y al pequeño pero enérgico esfuerzo por recuperar las pequeñas empresas, los empleos estables en la industria que se perdieron hace décadas no han podido ser reemplazados. Con una base de recaudación cada vez menor, la situación financiera de la ciudad también se resintió. Al final, las finanzas de la ciudad estaban en una situación tan precaria que el estado de Michigan tuvo que intervenir para controlar las operaciones del ayuntamiento, una decisión que irritó a los políticos locales y dio pie a muchas quejas sobre cómo el gobernador republicano del estado, Rick Snyder, pretendía usurpar el control local de este bastión demócrata.
Todavía se encargaba de dirigir la ciudad un gestor de emergencia cuando Flint cambió su abastecimiento de agua, una decisión pensada para ahorrar dinero.
«Antes de la crisis del agua, Flint estaba a punto de explotar por algún lado —opina el Sr. Kildee—. Solo faltaba esta gota para colmar el vaso».
Las denuncias acaban de empezar
Las autoridades se comprometieron a hacer justicia en Flint. Los responsables de la crisis del agua tenían que asumir responsabilidades, prometieron. «Estas denuncias solo son el comienzo —declaró hace tres años Bill Schuette, ex fiscal general de Michigan, cuando anunció los primeros procesos penales—. Habrá muchas más, se lo garantizo».
Y claro que hubo. Hasta ahora, 15 personas con cargos en Gobiernos estatales y locales están siendo investigados por la crisis de Flint. La acción de la justicia ha llegado a altas instancias del Gobierno de Michigan y señala que los responsables no informaron a la población de peligros conocidos y antepusieron su deseo de ahorrar dinero a la seguridad del agua en una ciudad con un corsé financiero.
Sin embargo, cinco años después no se ha pronunciado ninguna sentencia de prisión. Siete personas se han declarado sin disputa de las faltas como parte de sus acuerdos judiciales, mientras que otros, incluidos algunos de los funcionarios de mayor nivel, todavía no han recibido sentencia.
«Independientemente de que negocien su condena o cumplan sentencias de prisión, significará mucho para la ciudad», declaró Eric Mays, un concejal de Flint sin parentesco con Melissa Mays. A lo que añadió: «Estamos muy pendientes y no vamos a dejar pasar ni una».
Un nuevo elenco de personajes
Algunos de los políticos de Flint que aparecieron ante las cámaras y brindaron por el nuevo suministro de agua de la ciudad han abandonado la escena, al menos en parte por el asunto del agua.
El intento de reelección del Sr. Walling, originario de Flint y premiado con una beca Rhodes, que parecía tener una prometedora carrera política por delante, se derrumbó a finales de 2015 cuando los resultados de las pruebas confirmaron lo que la población había temido durante meses.
Otras bajas: Rick Snyder, gobernador de Michigan en ese momento; un gestor nombrado por el estado para supervisar las cuentas de Flint; y muchos funcionarios estatales y locales implicados en el sistema de abastecimiento de agua de la ciudad.
El Sr. Snyder no podía aspirar a la reelección debido a la limitación de mandatos, pero Flint fue probablemente el capítulo más difícil de sus ocho años en el cargo. El Sr. Snyder no fue acusado de irregularidades, pero sí algunos de sus colaboradores en la administración, y algunos vecinos de Flint lo consideraban culpable.
El concejal Mays dijo que había visto avances en la ciudad desde que se había librado de la tutela del estado y desde que la gobernadora Gretchen Whitmer, demócrata, había tomado las riendas este año.
La Sra. Weaver también parecía esperanzada.
«No digo que haya terminado —dijo la Sra. Weaver—, pero estamos saliendo de la crisis y se pueden ver los progresos que hemos hecho».
The New York Times, «Flint’s Water Crisis Started 5 Years Ago. It’s Not Over» (La crisis del agua de Flint comenzó hace cinco años y aún no ha terminado): https://www.nytimes.com/2019/04/25/us/flint-water-crisis.html , verificada el 3/5/2019.