La vida en una ciudad sin agua: tensa, agotadora y sudorosa
por Marketing
Un monzón suave y años de explotación de las aguas subterráneas han dejado seca a Chennai, una ciudad de casi cinco millones de habitantes en la costa sudoriental de la India.
Vecinos recogiendo el agua que les llega a través de un camión cisterna en el distrito de Royapettah de Chennai (India), el mes pasado. Fotografía: Rebecca Conway para The New York Times
CHENNAI (India) — Cuando se acaba el agua, te bañas en lo que gotea del aire acondicionado, pues ya no te puedes dar el lujo de ducharte al final de un bochornoso día de verano. En cuanto un vecino avisa de que llega el camión cisterna, bajas corriendo dos pisos con las garrafas de plástico.
A diario, 15 000 camiones cisterna transportan el agua desde el campo hasta la ciudad. Dondequiera que uno mire, en las calles se acumulan filas de garrafas de plástico fosforito aguardando la vez.
Así es la vida en Chennai, una ciudad de casi cinco millones de habitantes en la costa sudoriental de la India.
Las lluvias monzónicas del año pasado fueron mucho más débiles que de costumbre. Cuando llegó el verano, con su agotador calor húmedo, los cuatro principales embalses de la ciudad prácticamente se habían secado.
Chennai lleva muchos años sufriendo dificultades con el agua. Unas veces no llueve nunca y otras llueve tanto que las calles se inundan y toda el agua va a parar a la bahía de Bengala.
Sin embargo, el problema no son solo los caprichos de la naturaleza. Los numerosos lagos y campos que absorbían las lluvias han desaparecido. Se han drenado y se han convertido en zonas construidas. El suelo es demasiado caro para dejarlo improductivo.
En muchos barrios incluso se ha agotado el agua subterránea, que lleva años siendo explotada en exceso como fuente habitual de agua en lugar de dejarla reponerse y conservarla como reserva.
Vecinos después de ir a por agua.Fotografía:Rebecca Conway para The New York Times
Así que ahora apenas sale nada de los grifos de la casa de Bhanu Baskar, por lo que ha decidido no ducharse los días que no tiene que salir. Ahorra el agua para sus dos hijos, que trabajan en sendas oficinas y tienen que ducharse todos los días.
«Es muy incómodo —explica la señora Baskar, de 48 años, intentando ocultar la vergüenza—. Es muy duro».
«Y, además, no es nada higiénico», añade.
Chennai estaba preparada para la crisis. La ciudad obtiene la mayor parte del agua del breve e intenso monzón que comienza en octubre y de unos pocos chubascos previos. El truco consiste en recoger lo que cae y guardarlo para los periodos de escasez.
Chennai exige que todos los edificios recojan el agua de lluvia de sus azoteas y la viertan en la tierra, pero no ha sido suficiente para detener ni la sequía ni las inundaciones, de forma que la ciudad gasta grandes cantidades de dinero en extraer agua del mar, procesarla en costosas plantas desalinizadoras y transformarla en agua que puedan utilizar los vecinos.
Sekhar Raghavan, de 72 años, que lleva toda su vida en Chennai y es uno de los más fervientes defensores de una mejor recolección del agua de lluvia, considera que esto es absurdo.
«Muchos ya sabíamos que esta crisis llegaría —declara—. Para los habitantes de Chennai, la recolección significa devolver a la tierra hasta la última gota de agua».
Y luego está el cambio climático. No es el culpable directo de la crisis del agua en Chennai, pero la agrava.
En la ciudad hace más calor que antes. Las temperaturas máximas han subido de media 1,3 ℃ desde 1950, de acuerdo con Roxy Mathew Koll, climatólogo del Instituto Indio de Meteorología Tropical. En una ciudad tropical ya calurosa de por sí, que suele estar por encima de los 30 ℃ y es muy húmeda en verano, esto quiere decir que el agua se evapora antes y que su demanda aumenta.
Las semillas de la crisis pueden hallarse en Velachery, un barrio que tomó su nombre de uno de los muchos lagos de Chennai. El lago antes era grande y profundo, pero, conforme la ciudad fue creciendo, partes de él se rellenaron hace 20 años para hacer sitio para viviendas.
P. Jeevantham fue uno de los primeros habitantes de Velachery cuando se creó. Él construyó un esbelto edificio de apartamentos de tres pisos y regenta una pequeña tienda de comestibles en la planta baja.
Lo que quedaba del lago era profundo y estaba limpio,. pero no duró mucho. Debido a que el suministro de agua de la ciudad era irregular, el señor Jeevantham perforó un pozo para sacar agua del acuífero que hay bajo Chennai. Lo mismo hicieron todos los vecinos de su manzana.
El embalse de Puzhal en Chennai (India), en abril de 2018 y en abril de 2019.Fotografía:Maxar Technologies, a través de Associated Press
Actualmente, el señor Jeevantham, de 60 años, tiene en marcha el motor siete horas al día para satisfacer las necesidades de los cuatro miembros de su familia y de sus inquilinos, sorbiendo el agua que hay a unos 25 m bajo el suelo y secando poco a poco el lago.
«El lago es un regalo de Dios», alaba. Pero, ¿por cuánto tiempo más? A eso no tenía respuesta. «Quizás cinco años», calcula, riendo incómodamente.
Actualmente, el lago es un oasis verde grisáceo de escasa profundidad, bordeado de plantas invasoras y basura, incluido un destartalado bicitaxi negro y amarillo en un rincón.
Cerca del centro de la ciudad, el agua subterránea casi ha desaparecido. Dev Anand, de 30 años, sigue viviendo en la casa en la que se crió, en el barrio de Anna Nagar. Durante gran parte de su vida, su familia dependió del agua que llegaba por las tuberías, pero, cuando dejó de ser suficiente, empezaron a sacar agua del suelo. Este verano, el pozo se ha secado. Durante algunas semanas, su vecino compartió el agua, pero esta también terminó secándose.
El señor Anand, que milita en una asociación para concienciar sobre el agua, ahora depende de los camiones cisterna. Alza su voz, se queja, espera y se preocupa.
Todo el barrio está en vilo. Nadie sabe cuándo van a agotarse sus pozos. Además, la gente sigue perforando otros nuevos por toda la ciudad, lo que acaba con el acuífero a mayor velocidad.
Intentando pescar peces a mano en el agua del lecho del embalse de Puzhal.Fotografía:Rebecca Conway para The New York Times
De vez en cuando llegan unas gotas de lluvia premonzónicas, que también parecen irse de la ciudad nada más llegar. Los embalses de agua se han limpiado de lodo y basura.
La ciudad dice que hace circular más de 9000 camiones cisterna de agua todos los días, más que nunca, y las empresas privadas despachan otros 5000 camiones.
Un flujo constante de personas hace cola en una fuente pública fuera de la central de abastecimiento de agua, en las inmediaciones de la casa del señor Anand. El conductor de un bicitaxi afirma que viene todas las tardes con su mujer y sus dos hijos para llenar seis tinajas grandes. Hombres en moto hacen equilibrios con garrafas a ambos lados.
Todo el mundo tiene sus trucos para ahorrar agua: utilizar el agua de aclarar el arroz para lavar el pescado; regar las plantas con el agua de lavar los platos; no dejar nunca el grifo abierto;
renunciar a la lavadora y lavar todo a mano con dos cubos de agua cuidadosamente apartados para ello. Para evitar peleas, solo llenan cuatro garrafas cuando llega el camión cisterna. Hasta que no les haya tocado el turno a todos, no se debe volver a por más.
Mujeres utilizando una bomba de mano para sacar agua en un complejo de apartamentos cuyos edificios no están conectados al sistema central de abastecimiento de agua en el distrito OMR de Chennai.Fotografía:Rebecca Conway para The New York Times
Y también está el aire acondicionado. Todo el mundo recoge lo que gotea. Un día, cuando Rushyant Baskar se despertó después de trabajar durante el turno de noche y encendió su bomba de agua, lo único que oyó fue un seco sonido silbante. Los cubos estaban vacíos, excepto el que estaba debajo del aire acondicionado. Era la única agua que tenía.
«En ese momento, pensé que teníamos que irnos de Chennai —dijo el señor Baskar, de 28 años, que atiende a clientes de Estados Unidos en un centro externalizado—. Fue desolador».
Últimamente, su familia cada vez depende más de la generosidad de sus vecinos: alguien pide un camión cisterna privado y lo comparte; en cuanto aparece un camión cisterna de la ciudad, los vecinos les mandan un mensaje y los Baskar salen corriendo con sus garrafas.
Toda esta espera, preocupación y noches en vela por el agua son agotadoras. El señor Baskar afirma dormir menos de lo habitual. Su madre no tiene tiempo para visitar a sus parientes en otras partes de la ciudad. «Antes la gente venía a la gran ciudad en busca de dinero —declara el señor Baskar—. Ahora salimos en busca de agua».
NYT, Life in a City Without Water: Anxious, Exhausting and Sweaty https://www.nytimes.com/2019/07/11/world/asia/india-water-crisis.html?smid=nytcore-ios-share, consultado el 12.07.2019.